¿Los patriarcas escuchan?

Por Florence Thomas*

La guerra se introdujo en las prioridades y grandes debates del feminismo colombiano

Ciento treinta mujeres feministas pertenecientes a diversos grupos y organizaciones de mujeres de nueve ciudades del país nos dimos cita en Bucaramanga. Debatimos varios temas de interés para nuestras vidas y la vida de la Nación. Hoy, gracias al feminismo, es posible comprender que todos los avances en el ejercicio de los derechos de las mujeres alimentan los fundamentos éticos y políticos de la democracia en nuestro país.

Fue un reencuentro fecundo entre mujeres de Bogotá y de las regiones, jóvenes y adultas inmersas en una práctica política feminista de años, blancas y afrodescendientes, mujeres de distintas opciones sexuales, en fin, un encuentro entre mujeres a la imagen de este país plural.

La pertinencia de sus propuestas para hacer frente a las violencias nos permitió actualizar discusiones alrededor de un feminismo que se debate entre realidades y utopías, entre feminismo y feminismos ante las eternas dificultades de un patriarcado que se resiste a derrumbarse. Debates acerca de los caminos que se construyen entre la subversión y la inclusión por medio de políticas públicas estatales que buscan crear condiciones para el ejercicio efectivo de derechos para las mujeres y sobre las dificultades presentes en nuestra aún escasa representación política.

Fue un reencuentro animado con la fuerza de tantos encuentros de mujeres que siempre prevén espacios y tiempos para pequeños ritos que logran calentar las palabras, dar lugar al silencio reparador, al dolor y los llantos, a la música y la fiesta.

La Fundación Mujer y Futuro de Bucaramanga, liderada por Isabel Ortiz y con el oportuno apoyo de Ventana de Género de Aecid y de Unifem, logró ese milagro. Un milagro que puso en escena también conflictos y diferencias, porque si bien todas tenemos una historia y una memoria de opresión sellada en nuestros cuerpos, tenemos todas necesidades e intereses distintos generados por realidades diversas, exclusiones múltiples, prácticas políticas diferentes y vivencias heterogéneas del feminismo.

Fue un reencuentro que nos permitió trascender las fronteras entre generaciones, entre madres, hijas e incluso nietas con quienes nos dábamos cuenta de cuánto se ha transformado lo que pensamos adquirido para siempre, y cómo es necesario aceptar que estas hijas y nietas nuestras nos cambian las preguntas y nos dejan aún sin respuestas. Siempre que me reúno con mujeres para trabajar, debatir, avanzar, sigo descubriendo las profundas diferencias del trabajo entre mujeres y el trabajo en grupos mixtos o en grupos de hombres. Con ellas están siempre presentes los pequeños detalles de la vida cotidiana, el tiempo tomado para saber cómo van los dolores del cuerpo y de la mente, y, ante todo, la intensidad y capacidad del trabajo de que son capaces las mujeres cuando se les ha metido adentro el bichito de construir un mundo más cálido para todas y todos.

Hacía ya casi tres décadas que no nos habíamos reunido y, por supuesto, el país ha cambiado y nosotras también. La guerra se introdujo en las prioridades y grandes debates del feminismo colombiano. Las vidas de muchas mujeres fueron trastocadas por el desplazamiento forzado que acarreó múltiples violaciones de sus derechos. Reencontrarnos en Bucaramanga significó retomar el curso de muchas conversaciones y debates truncados por ese doloroso contexto que nos cambió muchas respuestas y darnos cuenta de que había que reinterrogar pacientemente la realidad del país para lograr propuestas inéditas, que son las que proporciona el feminismo contemporáneo como uno de los pocos humanismos que nos queda en esta tierra desolada.

* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad


Extraído del Tiempo www.eltiempo.com

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