Impulsar nuevas masculinidades en la ciudad, La Gran Megaobra

“Lo que considero relevante --en este momento histórico de búsqueda de las verdades pasadas para transformar el hoy, el mañana y el aquí -- es reflexionar acerca de cómo se construyen quienes hacen la guerra y cómo se aprende esa supuesta hombría que contribuye a generar y prolongar conflictos armados, que engendra niños pistoleros y fomenta una arrogancia que no debe tener lugar a las puertas de un nuevo milenio”.

Laura E. Asturias

Impulsar nuevas masculinidades en la ciudad, La Gran Megaobra

Señor Alcalde de Cali Jorge Iván Ospina:

En reiteradas ocasiones los grupos de mujeres organizados de esta ciudad hemos venido alertando sobre los peligros y desgracias que padece la población a causa de la exacerbación de un tipo de masculinidad, que alentada por la guerra y la industria mediática, sustenta su identidad en la fuerza, la violencia, la arrogancia; un modelo de masculinidad que se caracteriza, a pesar de sus variantes, por ser básicamente sexista y homofóbica.

El asesinato de Álvaro Miguel y de 22 transexuales, nos hace pensar que es el momento de impulsar una transformación que conlleve la evolución del varón en sus comportamientos sociales y privados, ya que es primordial realizar un cambio cultural donde las diferencias no sean resueltas a través de la eliminación del otro o de la otra.

Aunque el “hombre” ha sido siempre el término neutro de la humanidad, los Estudios de Género demuestran que “el hombre nace y el varón se hace”, es decir, que el patrón masculino se conforma según los roles establecidos en cada cultura.

Así, la identidad masculina se define en torno a varias creencias matrices articuladas en grado de exigencia extrema, del todo o nada:

• No tener nada femenino. Ser varón supone alejarse de los valores y conductas asociadas a las mujeres, llegando incluso a despreciarlas.

• Ser importante. Percibirse como un ser importante, porque nacer hombre es ya algo que da privilegios en la cultura patriarcal.

• Tener y demostrar dureza. La masculinidad como fortaleza y autosuficiencia remite a la idea del hombre impasible, insensible, que no muestra sus sentimientos, que debe en todo momento reiterar que es fuerte. Mantener el control. Un varón debe controlar y no ser controlado.

• Ser valiente y agresivo. El hombre como ser autónomo debe ser capaz de protegerse a si mismo utilizando la violencia.

• Respetar la jerarquía y la norma. La masculinidad como lealtad a los valores grupales, sin cuestionarlos ni ponerlos en entredicho. ¡Sacrificio por la causa masculina!

Según los mandatos de este modelo hegemónico de masculinidad, un varón debe ser activo, responsable, autónomo, no rebajarse ante nada ni ante nadie; ser fuerte, no tener miedo, no expresar sus emociones; ser el jefe de hogar pero además, ser de la calle y del trabajo. En el plano de la sexualidad, el modelo prescribe la heterosexualidad y el desprecio por la homosexualidad.

Sin embargo, este modelo hegemónico resulta incompatible con una sociedad donde se respete la diversidad y el derecho de los individuos a elegir su propia forma de vivir. Además de ser represivo y violento para mujeres y hombres en los ámbitos privado y público, este modelo ha servido de inspiración a gobiernos autoritarios y genocidas de derecha e izquierda.

Para no quedarnos solamente en una crítica a la masculinidad tradicional, queremos aportar sugerencias para establecer estrategias necesarias en la construcción de masculinidades más libres, ricas y plurales, nuevas manifestaciones de la masculinidad, que por su carácter no sexista y no homofóbico son catalogadas como positivas.

Dicho de otra forma, no se pueden crear obstáculos al surgimiento de distintas masculinidades, no hay una sola manera de ser hombre, lo más importante es propiciar el desarrollo de varios modelos de masculinidad alternativos que rompan la actual asociación entre violencia y masculinidad.

De hecho ya existen grupos de hombres a nivel internacional y local que se cuestionan y hablan de los retos de las nuevas masculinidades. Entre esos retos señalan los siguientes:

1. Asumir plenamente la crisis de la masculinidad tradicional que se deriva de la incorporación plena de las mujeres al trabajo asalariado y estable.

Revisar críticamente los símbolos y las estructuras patriarcales que han articulado la vida social hasta ahora, pero sin caer en demonizaciones simplistas, que lleven a menospreciar o ignorar el complejo entramado de funciones, contraprestaciones y deberes que comportaba el modelo tradicional en sus formulaciones más equitativas.

Promover nuevas pautas de conducta que desde la afirmación desacomplejada de la condición masculina permita construir relaciones equilibradas y satisfactorias. Desprenderse y liberarse de los aspectos insatisfactorios de los modelos hasta ahora dominantes.

2. Descubrir la importancia de la presencia activa del hombre en el ámbito del hogar. Corresponsabilización total por parte de los hombres en las tareas domésticas, en la atención de los hijos e hijas, y en el cuidado de los mayores y enfermos. Aprender a negociar el reparto de responsabilidades, reclamando a las mujeres que cedan poder en los espacios domésticos. Saber cuidar de si mismos y de los que los rodean.

3. Aprender a resolver los conflictos de pareja dentro del marco de relaciones surgido de estos cambios –más dinámico e inestable que nunca-, desarrollando especialmente las habilidades comunicativas y la capacidad de negociación. Los hombres han de saber gestionar su específico lado oscuro y conseguir interactuar correctamente con el lado oscuro femenino, en un entorno frágil, sometido a fuertes tensiones –armonización compleja de los proyectos de realización personal, presión laboral, cargas familiares, etc.,-.

El reto exige competencias emocionales hasta ahora descuidadas: capacidad de identificar los estados emocionales y de expresar necesidades personales, asumir sin problema la propia vulnerabilidad, predisposición al diálogo franco y constructivo sin pudores absurdos, dominio del tiempo comunicativo, etc.

4. Construir o reconstruir creativamente las estructuras familiares a partir de las cenizas del modelo anterior, conjugando el refuerzo emocional mutuo y el respeto a la autonomía personal. Conseguir crear un entramado afectivo eficaz que favorezca el crecimiento y la maduración saludable de todos sus integrantes.

5. Contribuir a redefinir la maternidad desde la afirmación plena de la paternidad.

6. Reivindicar la paternidad afectiva no sólo como un proyecto deseable, sino como un derecho al que ningún hombre ha de renunciar y que, por tanto, debe estar plenamente reconocido a nivel jurídico. Luchar sin complejos contra las injusticias y vejaciones que se sufren en este ámbito.

7. Denunciar la criminalización de la condición masculina bajo cualquiera de sus formas. Combatir el recurso gratuito al binomio “hombre agresor-mujer víctima” en la articulación de los discursos.

8. Criticar las formas de construcción de la polaridad sexual que consagran hipócritamente la mirada masculina más rancia y obsoleta (música, moda, pornografía...).

9. Aprender a crear y mantener redes de relaciones y de apoyo.

10. Asumir plenamente la complejidad y diversidad de las identidades masculinas, huyendo de las identidades artificiosas, diseñadas para favorecer el consumo.

Si el feminismo fue la gran revolución pacífica del siglo XX, el cambio del varón podría ser, como indica la psicóloga Victoria Sau, la revolución social más importante del siglo que iniciamos.

Como puede observar señor Alcalde, tiene en sus manos una maravillosa posibilidad de emprender una megaobra cultural que contará con el acompañamiento de quienes soñamos otros mundos.

Infogenero Productora de Información de Género/ http://infogenerocolombia.blogspot.com

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