Historia, performancia y ritual: “memorias y olvidos” de las mujeres víctimas de la violencia política en Colombia

El sábado 6 de junio se realizó en Cali un encuentro con mujeres víctimas de la violencia política en Colombia, organizado por la OEA y la Escuela Política de Mujeres Pazíficas, que contó con la participación de Ilse Schimpf-Herken1. Mujeres de diferentes regiones de Colombia cubrieron sus ojos con antifaces verdes y a través de la “Pedagogía de la memoria” acudieron al ritual y el performance para contar y contarse, acercarse, relatar el olvido y la memoria.


Por: Nathalia Castro Gómez

Equipo de redacción de Infogénero


Sábado en la mañana. Una voz de viento guía el ritual, interroga, sugiere construir historia a través de los sentidos. Sentadas libremente a lo largo y ancho del salón, cada una de las cuarenta mujeres refugiadas en este espacio comienza un viaje sensorial por la memoria: texturas, olor a bosque, sabor amargo que hace fruncir la nariz, dulce que despierta sonrisas secretas. Después, un viaje por el cuerpo, pies, manos, cabello, boca, ombligo, la memoria del cuerpo y el cuerpo como memoria. La voz de viento anuncia el final del ejercicio y cada mujer decide cuándo quitarse el antifaz. De repente voces, acentos, ritmos, dolores que poco a poco van nombrándose.


Las mujeres cuentan

El sginificado de la performancia y el trabajo con rituales

va más allá de la actividad pedagógica y los acontecimientos en sí.

Ayudan a generar relaciones y significados que fueron

destruídos por la violencia o la guerra2.


Doña Cerafina canta, sus sentidos la transportan al murmullo de los ríos. Otras viajan a la infancia, recuerdan el olor de sus hermanos, del patio de su casa, del camino que después de la huída nunca volvieron a recorrer. Atenta, mimetizada entre la diversidad está Ilse, una alemana que pertenece al Instituto Paulo Freire de Berlin y ha realizado talleres sobre “la pedagogía de la memoria” en diferentes contextos de represión política: talleres biográficos con las madres de la Plaza de mayo y grupos víctimas de la dictadura argentina, visitas a lugares de memoria del tiempo nazi con profesores/as chilenos/as, trabajos performativos a partir del teatro del oprimido con grupos de Alemania y América Latina, y ahora actividades simbólicas y rituales para reconstruir el nosotras perdido con mujeres víctimas de la violencia política en Colombia. Las mujeres cuentan, hablan de la memoria y el olvido, del género en las memorias, del soporte con el que la memoria está siendo registrada en sus organizaciones sociales. Proyectos productivos que han permitido descubrir los talentos y artes aprendidos de los/as ancestros/as en el Pacífico, mingas culturales en Nariño, publicaciones que recogen la memoria de la violencia política en las comunas de Medellín, rituales de sanación para el río Magdalena, urbanizaciones de mujeres en Putumayo, proyectos pedagógicos para prevenir las violencias de género en diferentes rincones del país.


Un árbol con muchas raíces


(...) que no nos restrinjamos a los hechos y estructuras de una supuesta realidad,

sino prepararnos para “partir y traspasar”

indagando en la historia, las biografías y la performancia.

Al contar historias nos construimos de nuevo,

se establecen relaciones y se constituyen nuevos contextos.


Este es el movimiento de las madres”, susurra Carolina a mi oído izquierdo. Si, la mayoría son madres, perdieron a sus hijos/as, partieron en mitad de la noche, olvidaron, “pensaron que ya no tenían raíces”, se encontraron con otras mujeres que vivían el mismo dolor. Se acompañaron, organizaron y compartieron aventuras impensadas cuando la participación política no hacía parte de sus preocupaciones cotidianas. Hoy reclaman justicia y verdad sobre el pasado, sienten que la memoria histórica es un derecho, que caminando todas las orillas de la guerra han encontrado vida de la nada: “Estamos dolidas pero no muertas” afirma una mujer con el rostro de todas, “debemos buscar otro nombre que no sea víctimas” dice doña Teresita incitando a la resignificación.


Ahora Ilse está parada delante de un árbol dibujado en un telar blanco. Otra vez nos invita al performance. Cada mujer escribe en una raíz de cartulina café el nombre de quien le significa fortaleza. El resultado es un árbol con muchas raíces, cada una contiene una historia, una copla, un testimonio, un desgarramiento. Escuchamos, reconocemos en las otras los dolores de la guerra, nuestros propios dolores, signos e historias. La presencia de estas mujeres que nombran las raíces de un árbol, crean imágenes y sanan heridas a través de la palabra, evidencia lo que el movimiento feminista alertó décadas atrás: la cultura patriarcal deposita en la vida de las mujeres las consecuencias de la guerra. No es coincidencia que la mayoría sean mujeres desplazadas, compañeras, madres y viudas de desaparecidos/as, violadas/os y asesinados/as. Hoy incorporan miradas de género a los estudios sobre memoria y derechos humanos, proponen nuevas formas de identidad y acción colectiva ligada a lo cultural y simbólico que se multiplican y toman fuerza con el correr de los días.

Cae la tarde. Caminamos un corto trayecto por Centenario. Me siento ligada a mis compañeras, a todas estas mujeres, desconocidas hasta hoy, por profundos e invisibles hilos de memorias.


1 integrante del Instituto Paulo Freire de Berlin

2 Ilse Schimpf-Herken. Pedagogía de la memoria.


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